martes, 5 de abril de 2016

¿No podría hacerlo otro?


Empiezo con esta frase de Homero Simpson, porque aunque suene algo graciosa, me parece que es la que más describe la actitud casi generalizada en mis compañeros estudiantes frente a las problemáticas que estamos viviendo actualmente con la Ley 30, con su reforma, con el déficit de la universidad pública, con los ESMAD, y sigue así…

O en el momento que sea, en la universidad, siempre estamos esperando a que el otro haga, a que el otro opine, a que el otro construya, a que el otro trabaje, a que el otro cuente qué pasó en las asambleas, a que el otro luche y pelee por la educación pública que es un derecho de todos (lo que significa necesariamente que es un deber de todos defenderla).

Aún no sé si es pereza, simple apatía, el tan famoso “importaculismo”, falta de conocimiento (la excusa más pendeja posible) o falta de compromiso. Lo único que sé es que, sea lo que sea, está acabando con la unidad y la movilización estudiantil, a lo cual le sigue el debilitamiento de los ideales y termina con la guerra perdida y el honor y los ánimos por el suelo.

Y esto no se limita a las coyunturas que se relacionan con la universidad pública o la educación en general (cabe anotar que las universidades, públicas o privadas, cumplen funciones de formación ciudadana). En todos los aspectos de la vida en sociedad en Colombia, se nota un desinterés por el cambio o mejoramiento de cualquier situación, nadie parece querer formar parte de la solución, sea por pereza, sea por miedo o sea por costumbre.

Pero si todos estamos esperando a que el otro haga, luche, opine, gestione, le importe… ¿quién diablos va a hacerlo?, si no lo hago yo, ¿entonces quién lo hará? Aquí me atrevo a citar a Rimbaud: “Yo soy el otro”… ese otro también soy yo.


Más que un juicio, más que una crítica, es una invitación para todos, a que hagamos parte de un movimiento civil, a que todos construyamos juntos y aprovechemos los espacios que se brindan en las universidades y en otros lugares para debatir y para luchar por una vida digna, por un desarrollo integral de Antioquia y de Colombia, por la soberanía y la autonomía que tanto nos hace falta, en vez de quejarnos de lo que los “otros” hacen o deciden o esperar a que los “otros” peleen nuestras batallas. 

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jueves, 24 de marzo de 2016

Anina y Gatuna IV

El primer plenilunio

Ya va siendo la hora de dormir en esta noche de luna llena, ambas amigas están cansadas y necesitan reponer energías para el día de mañana. Anina debe hacerlo porque mañana tendrá un día muy ajetreado en el café, tendrán un evento musical, con muchos invitados y con mucha decoración, por lo que sabe que mañana será un día largo y extenuante. Y Gatuna, pues, le encanta dormir, es una gata, así que cualquier excusa es buena para hacerlo, ¿no? Además, mirar por el patio también requiere energía. Ambas se preparan para irse a sus camas, Anina se da un baño y se pone su pijama, Gatuna se estira y toma un poco de leche para que le ayude a conciliar el sueño (en caso tal de que necesite ayuda).

Gatuna tiene su camita en la habitación de Anina, pero no duermen juntas, Anina es un poco alérgica a los pelos de gato y no le gusta dormir con animales. Mas ésta es una noche en la que, particularmente, las dos se sienten tristes. Gatuna sintiendo que su amiga estaba igual de taciturna que ella, se aventuró a subirse a su cama. Anina la recibió por instinto y la abrazó. En este instante, comienza a llorar en silencio, porque ni las palabras son capaces de encontrar la salida de su jaula. Lo único que puede hacer es llorar, llorar y pensar:

  • !Sólo quisiera que mi vida cambiara!

Gatuna no sabe qué es lo que pasa por la cabeza de su amiga, solamente intuye que está triste. No entiende bien el porqué, si Anina lo tiene todo, es joven, bonita, inteligente, tiene salud y una hermosa casa. Y tiene lo más importante, puede salir a jugar con los pajaritos sin necesitar a nadie para hacerlo (Gatuna piensa mucho en los pajaritos), o bueno, puede salir a hacer muchísimas cosas, puede leer, puede bailar, puede llegar adonde quiera con solo saber unos numeritos y unas letras. Así que Gatuna no comprende la tristeza de Anina, pero conoce bien la suya. Sin saberlo, se siente igual que ella y piensa…

  • !Sólo quisiera que mi vida cambiara!

Comúnmente se asocia el plenilunio con eventos sobrenaturales, y al parecer es cierto, porque esta noche ocurrió un acontecimiento sin precedentes, algo que para creerlo, definitivamente hay que verlo. Se nota que la luna tuvo algo que ver, pero algo más debió haber pasado en este momento, lo único que se podría decir es que fue algo muy “demente”.


Las dos amigas pensaron la misma frase, en el mismo momento. Sus almas, sus emociones, sus pensamientos entraron en un punto de sincronía tal que cambiaron de cuerpo. A partir de ese instante, el alma de Anina entró al cuerpo de Gatuna y lo mismo sucedió con ésta. Ninguna de las dos lo podía creer, esto debe ser un sueño. Pero no se asustaron, se sintieron cómodas de hecho y quisieron explorar un poco más aquello que les estaba ocurriendo.

Anina comenzó a caminar en sus nuevas cuatro patas, un poco torpe al principio pero rápidamente entendió cómo hacerlo. Miró a Gatuna y ésta le respondió la mirada con un ademán de aprobación, quería decirle que no había problema en que tomara su cuerpo prestado, pero aún no sabe convertir sus pensamientos en palabras. La chica siguió entendiendo este nuevo cuerpo, es extraño caminar en cuatro patas, pero es gracioso. Salió del cuarto y se dirigió al patio, pero prontamente se dio cuenta de que no podría abrir la puerta para salir de la casa. Vuelve a la habitación y mira de nuevo a Gatuna, quien sigue en la cama, porque no ha podido tomar el equilibrio necesario para pararse en dos patas. “Dos patas - pensaba -, ¿cómo lo hacen?”

Gatuna entendió que Anina quería salir, lo entendió muy bien pues es algo que ella siente todos los días. Hizo un esfuerzo por incorporarse y lo logra, camina dando tumbos hasta llegar a la puerta del patio y la abre. La alegría que invade a Gatuna sólo por el hecho de poder abrir una puerta es inmensa. Las cosas simples a menudo no son apreciadas, sólo logran serlo cuando alguien ajeno a ellas las conoce. Y así fue, Gatuna sintió una libertad que nunca había experimentado y se sintió muy bien.

Ambas salieron al patio, todavía sin poder creer del todo lo que estaba pasando, pero disfrutándolo como nada en la vida. Anina se trepó a los árboles, correteó, movió sus orejas, sintió el olor de la grama y dio vueltas en ella. Gatuna, por su parte, caminó, arrancó un fruto de uno de los árboles del patio, lo mordió y le gustó tanto que se lo comió todo. Las dos jugaron un buen rato sobre el césped y decidieron seguir con la exploración de sus nuevas formas.

Gatuna, adaptándose al cuerpo de Anina, optó por probar las habilidades que sólo los humanos poseen. Tomó un lápiz y un papel, dibujó círculos, luego dibujó cuadrados, estrellas… Lo hizo fácil y, sin querer, lanzó un grito de felicidad:

  • ¡Si! Puedo dibujar… ¡Y hablar!

Tomó luego un libro y leyó el título, decía Los 50 países más bellos del mundo y se apresuró a abrirlo. Observó las hermosas imágenes de ciudades como París, Venecia, Lima, Bangkok, Medellín y leyó la información. Estaba resuelta a aprender lo más que pudiera, quién sabe si tendría otra oportunidad como ésta en su vida. Anina se le acerca y le dice (bueno, trata de decirle) que va a salir a explorar la vida de una gata y sale corriendo y brincando como un resorte.

Anina sale del patio a la calle, no es difícil para ella porque ha vivido ahí toda la vida, claro que esta es una visión nueva de la vida, una perspectiva desconocida del mundo, la cual sólo provoca explorar hasta el final. Camina varias calles y seguidamente se aventura a treparse a los techos en el momento en el que se siente natural. Camina otro rato más, sintiéndose cercana al cielo, como si lo pudiera tocar con las manos (o patas), hasta que ve algo que la saca de su fascinación.

Llegó a una casa que nunca había notado antes, muy bonita, con paredes verdes y ventanas de madera pintadas de blanco. Era una casa hermosa, no sabe por qué nunca la había notado, pues no es muy lejos de su casa. Desde el techo bajó por una enredadera que llevaba a un balcón. Cayó de manera torpe, pero nada de qué preocuparse. Las puertas del balcón estaban abiertas, así que se quedó mirando hacia la habitación que había allí.

De manera sigilosa se acercó hasta que pudo ver algunos afiches de las bandas que más le gustaban, instrumentos musicales y una caja de pizza, su comida favorita, además de algunas cajas de cartón. No aguantó la curiosidad y se acercó un poco más, pues tenía que saber quién era el que habitaba ese cuarto. A lo mejor, es alguna persona interesante con la que puede hablar al menos de música, algo que no se consigue fácilmente en este pueblo.

Al acercarse más, alcanza a ver al dueño de los afiches, los instrumentos y la pizza. Nunca antes había visto un hombre así ni había sentido algo similar, se paralizó por un segundo y después la invadió una sensación de curiosidad,  quería  saber quién era ese chico tan peculiar y tan lindo al mismo tiempo. Se quedó mirándolo y se relajó tanto que acabó por quedarse dormida en el balcón de este vecino misterioso.

En la mañana, ambas despiertan en sus respectivas camas y con sus respectivos cuerpos. Anina apaga el despertador y se acerca a Gatuna, la acaricia, se ríe y le dice:

  • Gata, no sabes el sueño tan loco que tuve. Soñé con vos… Ni te cuento mejor, fue algo  muy alucinante.

Cuando Gatuna la escucha, recuerda que ella tuvo un sueño muy loco también, alucinante, pero no puede saber si es el mismo de su amiga. ¿Eso sí fue un sueño? ¿O pasó en realidad? No hay forma de saberlo, por el momento. Le hubiera gustado que Anina compartiera su sueño, pero decide no preocuparse por si esto fue real o no, prefiere tratar de recordar los hermosos paisajes que conoció en el libro y lo bien que se sentía tener un lápiz en la mano y dibujar circulitos.

Esto no puede ser real, piensan, pero ¿qué carajos fue eso?

lunes, 29 de febrero de 2016

Anina y Gatuna III

Gatuna: un golpe de suerte


Gatuna ya está algo cansada de corretear en el patio, correr sola por dos horas deja de ser divertido a medida que el tiempo va pasando. Aunque la gatica es muy joven aún, se siente un poco cansada de salir sólo en la noche, apenas se acaba la diversión. Es extraño que un gato piense eso, pero ella no se siente tan gata como debería. La verdad es que le da un poco de susto salir a explorar de noche, sola. ¿Y si se pierde? ¿Y si algún gato pendenciero la ataca? No sabría qué hacer, no sabe cazar ni siquiera, qué podría hacer si se encuentra al gato pendenciero, o un perro, o quién sabe qué. La noche, aunque hermosa, se siente peligrosa. Anina nunca sale de noche, tal vez a ella también le asuste, así que no hay muchas más garantías para una gata tan pequeña e inexperta como ella. Es mejor quedarse en el patio, donde está segura.


Por supuesto, sería mucho mejor poder salir de día y compartir la felicidad de los pajaritos que pasan el tiempo en su patio. Sería lo justo, es su patio. Pero su deseo no se basa en la justicia, sino en la alegría. Deben tenerla en grandes cantidades, siempre están volando, cantando, tomando el sol. ¡Eso sí es vida! También quisiera oír historias de lugares lejanos, paisajes desconocidos, situaciones novedosas, algo que le muestre la vida más allá de su casa.


Tampoco es que nunca haya salido de las cuatro paredes, ha tenido dos paseos con Anina al parque, en los que ha visto la vida por fuera del cómodo hogar, pero quiere conocer más. En estos dos paseos no ha tenido oportunidad de conversar con algún amigo gato que le dé algunos consejos, ni con pajaritos que le confirmen su sospecha de que es posible comunicarse entre sí. Sólo conversa con Anina, pero al parecer ella no entiende nada de lo que Gatuna le dice, porque Gatuna pregunta por los nombres de las flores y Anina le responde que el nuevo restaurante que visitó el viernes tiene un mesero muy maleducado.


El amor es difícil de entender, no es algo que se ve, ni se toca. Se siente y mucho. Que Anina le entienda o no lo que pregunta, no importa, porque su amiga humana entendió y sintió algo determinante para la historia de Gatuna: que su vida corría peligro y que quería una oportunidad de vivir. Es hora de contar cómo se conocieron este par de personajes.


Antes de Anina trabajar en el café, no tenía empleo alguno. Acababa de graduarse, pero en su pueblo nadie necesita una periodista, así que encontrar ocupación se hizo cada vez más complicado. Sus padres le ayudaban con dinero mientras encontraba algo, pero su independencia es algo importante para ella, así que tomó la dura decisión de ampliar su búsqueda a otros oficios diferentes. El pueblo es pequeño, no hay mucho por hacer que pueda ser emocionante o proponer desafíos intelectuales. Lo más cercano al arte que había encontrado era barrer la sala de cine local y no era algo que le provocara mucho.


Cierto día, una compañera de escuela le contó que había una oportunidad muy buena de trabajo, con la cual podría ser su propia jefe y viajar por muchos lugares. Anina, emocionadísima, acudió al llamado creyendo, confiando que esta era su oportunidad. Llegó al encuentro y tristemente notó casi de inmediato que era un negocio de repartidora de fertilizantes intermunicipal. Una mierda, literal.


Luego de la triste “reunión de negocios” con su compañera, Anina había perdido todas sus esperanzas. No encontraba nada, nada en ese pueblo que le hiciera sentir la alegría de existir. Ni un familiar, ni un amigo verdadero, ni un empleo, nada. Sola, sin dinero propio ni algo interesante qué hacer, parecía que le tocaría irse a vivir a la ciudad en la que sus padres viven, la que es mucho peor porque la contaminación es bastante alta y la concentración de personas todavía más. Por eso no quería dejar su pueblito, aburrido pero limpio, tranquilo y rural. Es mejor hacer lo que sea aquí que en una gran ciudad como aquella, pero transportar fertilizante es demasiado.



Pero cuando todas las puertas se cierran, Dios abre ventanas. Y la ventana que le abrió ese día es mucho mejor para Anina que cualquier puerta. Caminando hacia su casa, triste y sin opciones, pasó por una ferretería en donde se encontraba un señor con una caja de cartón. Se veía furioso, con cara de pocos amigos (o ninguno). Acto seguido, el señor dejó la caja al lado del depósito de basura de la ferretería y se fue. Cuando Anina pasó por el depósito, la caja se movió. Normalmente habría salido corriendo, pero no lo hizo. Se atrevió a mirar dentro de la caja y es lo mejor que ha hecho en su vida, pues dentro encontró un hermoso regalo, una pequeñísima gatica negra, muy delgada y sucia. Tenía los ojos más hermosos que Anina hubiera visto, vio en la mirada de la pequeña que era un ser fuerte, que no estaba en su mejor momento pero quería vivir y ser feliz, justo como ella.


Cuando Anina la vio, supo que este animalito iba a ser el inicio de su buena suerte y la llevó para su casa. Le hizo una deliciosa y cómoda camita, la bañó, le dio comida y muchas caricias. Gatuna se sintió en el cielo, ella no imaginaba vivir un día más, daba por sentado que su vida iba a ser extremadamente corta, pero su esperanza volvió al conocer a Anina. Siempre vivirá agradecida con su amiga humana por haberle salvado la vida.



Gatuna nació en un hogar triste, con más necesidades que cariño. Su madre murió al dar a luz. Aparte de ella, nacieron otros dos gatitos, hermosos y vivaces, por lo que fue muy fácil para los amos de su mamá regalarlos a los vecinos que pasaban. Pero nadie quería llevarse a Gatuna, pues dicen que los gatos negros son de mala suerte. El señor no quería a los animales, la única razón por la que cuidaba a la madre de Gatuna era porque esa gata era de su madre, quien le pidió al momento de morir que la cuidara. El hombre no tuvo más remedio que cuidarla, pero cuando esta gata fallece, el contrato se rompe, ya no hay ningún compromiso. El señor, al ver que nadie se lleva a la gatica negra, decide dejarla en el basurero sin ningún remordimiento.


Así que, si no fuera por Anina, Gatuna habría muerto en cuestión de días. Nunca sabemos qué nos depara el destino, sólo queda confiar en que viene algo mejor para nosotros. Gatuna lo hizo y le funcionó. Cuando llegó a la casa de Anina por primera vez, no lo podía creer. Sintió lo que es el afecto, ya era hora de que alguien notara algo más en ella que el color de su pelaje y le mostrara algo de cariño.

Este encuentro fortuito fue el inicio de una gran amistad, el primer ladrillo en la construcción de un hogar y un gran golpe de suerte para las dos.

Anina y Gatuna II

Anina: sentimientos encontrados… ¿o perdidos?


Ya son las 8 de la noche. Las orejas de Gatuna empiezan a moverse, siente unos ruidos, ruidos que le avisan que Anina ya llegó (por fin) a su casa. Primero suenan las ruedas de una bicicleta, las que Gatuna reconoce prestamente porque hacen un sonido particular, es una mezcla entre metal y armonía, un sonido cálido aunque helado como el metal mismo, una fusión irónica igual que la persona que producía tal sonido. Cosas que sólo gatos entienden.


Estas ruedas, su sonido, su vibración, se sentía más cerca y entre más se acercaba, más lento se hacía… hasta que paraba. En ese instante es cuando el sonido metálico se transforma en uno seco, sutil pero contundente. Son las pisadas de su amiga. Cada pisada es un segundo menos que Gatuna debe esperar para ver a Anina. Al final, luego de tanta espera, suenan las llaves y la puerta se abre. Su amiga ingresa al hogar y nuestra amiga Gatuna levanta la cola, luego las patas y corre a saludarla.


  • ¡Hola, gata mía! ¿Cómo está mi parcera del alma?
  • Miauuu (Feliz de que estés de nuevo en casa)
  • Qué bueno que estés bien, Gatu. ¿Comiste?... Eso, así me gusta. Ya te abro la puerta.
  • Miauuu (¡Gracias!)


Gatuna corre al patio, buscando si sus amigos pajaritos aún están allí, pero no, no hay rastro de ellos. Bueno, otro día será, igual todavía hay muchísimas cosas que puede hacer en el patio, como correr, treparse a la fuente o a los árboles, oler la grama, en fin. Le encantaría hacer todo esto acompañada, pero su amiga humana está muy cansada, no quiere jugar.



Ciertamente, Anina llega cansada de su trabajo, no porque éste le exija levantar cosas pesadas o recibir el sol abrasante del mediodía. De hecho, le gusta su trabajo porque no debe hacer ninguna de esas cosas, así que su cansancio es más espiritual y emocional que físico. Sabemos que somos la unión de alma, mente y cuerpo y para estar en total bienestar debemos tener los tres componentes sanos.


Pero Anina no puede decir esto acerca de ella misma. Su cuerpo es sano, por lo cual vive muy agradecida, ocasionalmente le da uno que otro dolor, pero en el mundo en el que vivimos, lo que respiramos y comemos, lo que callamos y sufrimos, es normal tener el cuerpo en cierto desequilibrio. En cuanto a su mente, se puede decir que es sana, no tiene ninguna enfermedad (si no contamos como enfermedad el adaptarnos a estos tiempos y sus situaciones ilógicas), pero tampoco está bien, del todo, al menos como ella quisiera. ¿Y, pues, cómo estarlo? No ama su trabajo.


No es que tengamos que amar nuestro trabajo per se, según Anina. Ella cree que esto es otra falacia derivada del capitalismo salvaje: “amemos nuestro trabajo, dejémonos explotar con amor, seamos esclavos y sonriamos a la par…”. No es el hecho de amar nuestro trabajo sólo por el hecho de estar trabajando, sin importar qué estamos haciendo o cuán cerca nos tiene de ver nuestros planes realizados, no es eso. Anina sabe que trabajar es la única opción que se tiene en un mundo en el cual vivir vale más que las experiencias que tuvimos o las personas a las que amamos. La vida ahora tiene un valor monetario, que se ve en cuestiones tan simples como la supervivencia a otras más extremas, como comparar el valor de la vida con la cantidad de dinero en el banco, o propiedades, o lo que sea, porque de todo se ve.


Pero si ella debe trabajar, si todos debemos hacerlo, pues hay que hacer algo que nos llene, que nos haga felices, que despertar en la mañana para trabajar sea una dicha en vez de un karma. Sea lo que sea, es irrelevante. Anina piensa que si alguien es feliz haciendo zapatos, pues debe hacerlo, dejando a un lado la concepción de que el trabajo es solo una manera de acumular riquezas. De ahí viene la dignificación del trabajo, no de cuánto se devenga, sino de cuánta felicidad trae para uno mismo y para los demás. Y ese es el problema de Anina, que aún no sabe qué es aquello que la hace feliz.


Anina es antropóloga y le gusta serlo, cree que es una buena manera de trabajar en algo que le gusta, aunque no la llena del todo. De todas formas, eso no importa en este momento, porque trabaja en algo muy alejado de eso. Es mesera en un café cercano a su hogar, a veces también hace domicilios y encomiendas. Le pagan bien, es un horario razonable y le queda cerca a su casa, es más, conoce gente nueva todos los días y sus jefes la tratan como si fuera su hija. Es un buen trabajo, pero no la hace feliz.


Ella aún no sabe qué quiere en realidad, pero tiene muchas ideas. Ella quisiera poder sembrar una buena semilla en el mundo, que crezca y se multiplique. Quiere dejar su huella, así sea una huella anónima, no sabe cómo, pero sabe que lo hará. Le gusta pintar, escribir, tomar fotografías, montar en bicicleta, pero no puede hacerlo mucho, al menos no tanto como le gustaría. No tiene tiempo. Y si logra encontrar algo de tiempo, no lo aprovecha.


Su espíritu se siente decaído, no encuentra valor en sus acciones diarias, excepto los momentos que pasa con Gatuna, esos sí la llenan, le dan la energía que necesita para salir todos los días al café. Pero es lo único, ella necesita más que eso para sentirse plena consigo misma. No halla la forma de cambiar esto que la molesta. Sería tan feliz si pudiera viajar, si al menos tuviera a alguien que la acompañara, o el coraje de hacerlo sola, o el tiempo, o el dinero, o…


-¡Quisiera salir, conocer el mundo, encontrar un amigo a quién amar!


Tan solo una pista que la lleve al camino le haría muy feliz.

lunes, 25 de enero de 2016

Los vampiros en la pantalla grande a través del tiempo


El cine, desde sus inicios, ha sido un mecanismo en el cual las personas han reflejado y han visto reflejadas historias, momentos y personajes que anteriormente sólo se permitían en los sueños. Y si vamos a hablar de sueños, también debemos hablar de las pesadillas. El cine es perfecto para potenciar esas narraciones que hacen que el espectador se adentre en un universo donde lo escalofriante y lo terrorífico es lo que mueve las emociones y, para esto, se han tomado elementos y personajes míticos tradicionales de algunas culturas como zombies, hombres lobos y, uno de los más populares, los vampiros.

A lo largo de la era cinematográfica, los vampiros han sido protagonistas de muchas historias y se han configurado sus historias de manera diferente. Muchas de estas historias se han basado en el libro Drácula de Bram Stoker (1897), por ejemplo, Nosferatu de Murnau (1922), Drácula de Tod Browning (1931), Drácula de Francis Ford Coppola (1992), Van Helsing de Stephen Sommers (2004) y la lista sigue.

Asimismo, hay algunos filmes que cuentan la historia desde otra perspectiva, por ejemplo, los vampiros millonarios cuasi-transparentes de la saga Crepúsculo (Catherine Hardwick) que se alimentan de sangre de animales, un vampiro Donjuan que aprende los talentos de sus víctimas en La sabiduría de los Cocodrilos de Po-Chih Leong (1998), un Conde Drácula parodiado en Drácula: muerto pero feliz de Mel Brooks (1995) y hasta un Drácula que es el mismísimo Judas Iscariote en Drácula 2000 de Patrick Lussier (2000).

Las similitudes y diferencias entre dichas películas pueden ser inmensas, teniendo en cuenta que se han realizado más de 400 filmes relacionados con el vampirismo. Debido a esto, para el presente trabajo sólo se tomarán como referencia para la comparación las películas Nosferatu de Murnau y Entrevista con el Vampiro de Jordan.

Ambos filmes cuentan una historia de vampiros, aunque no son vampiros similares y cabe anotar que en ninguna de las películas el vampiro se llama Drácula (en Nosferatu, el conde se llama Orlok, claro está que Nosferatu es una versión no autorizada del libro de Stoker). En ambas películas, los vampiros tienen comportamientos monstruosos que los distinguen de los mortales, aunque el tratamiento es disímil. Nosferatu emplea más la sugestión y el suspenso, la sangre no es protagonista, pero la imaginería religiosa tiene más peso que en Entrevista con el Vampiro, que deja sentado a través de su personaje Louis que los crucifijos son inofensivos para ellos y que hacen parte de la ficción creada por “un vulgar irlandés demente” (Stoker). También, en Entrevista no hay cabida para la sugestión -aunque si para el suspenso- y la sangre es una gran protagonista, se muestra de manera directa la manera en la que los vampiros se alimentan de sus víctimas, al contrario de Nosferatu donde sólo sabemos que Hutter ha sido mordido cuando se ven las heridas en su cuello.

La estética igualmente es muy diferente, pues los filmes de vampiros, como la mayoría de filmes, son una muestra de los gustos reinantes de la época en la que se realizan, sin importar en estos casos que ambos estén basados en libros y que, a su vez, estos libros recreen épocas aún más antiguas que aquellas en las que fueron escritos. Primero, Nosferatu es una muestra del expresionismo alemán, en donde se ven reflejados la amargura y la soledad, mientras que Entrevista es una muestra de la cultura estadounidense de la época, con una creciente subcultura gótica que referenciaba temas como el horror y la morbosidad, además del homosexualismo y lo andrógino (aunque los góticos toman como referencia principal a Bela Lugosi).

También, podemos ver en lo estético que en Nosferatu, el conde Orlok es representado como un ser repugnante, animalesco, viejo y recluido en un castillo, un personaje que es atractivo para la mujer sólo por sus poderes sobrenaturales; aquí se muestra al vampiro valiéndose de la metonimia maldad = fealdad. En cambio, los vampiros de Entrevista, Louis, Lestat y Armand son hombres notablemente atractivos, representados de una manera más humanizada, jóvenes, con una vida social activa y que atraen a las mujeres por su belleza. Incluso, hasta los colmillos son diferentes, Orlok tiene dos largos colmillos frontales, los vampiros de Entrevista tienen cuatro colmillos al lado de los dientes frontales. Es curioso que, si agregamos a la ecuación el filme Drácula de Coppola, basada en el mismo libro que Nosferatu, observamos que el vampiro es representado estéticamente de una forma más similar a Entrevista, en las partes en las que el conde se muestra como un hombre de cabello largo, atractivo y misterioso; claro está que se ven las similitudes con Nosferatu en la escenas en las que el conde es mostrado como un anciano decrépito y pálido.

Las relaciones personales también son susceptibles a la comparación. En Nosferatu vemos que el conde Orlok es un ser solitario que busca el amor perdido y por otro lado, se muestra la relación que existe entre Hutter y Ellen, quienes están comprometidos y piensan formar una familia normal. En Entrevista, Louis es un hombre desgraciado a causa de la muerte de su esposa y su hijo y que, después de su conversión al vampirismo a manos de Lestat, forma una nueva familia posmoderna con Lestat y, posteriormente, con Claudia. La relación de estos vampiros puede verse tanto como una familia conformada por padres homosexuales con una hija adoptada o como un triángulo amoroso muy disfuncional y asexual en el que tanto Lestat como Claudia quieren el amor de Louis, quien a su vez mantiene una relación con Lestat y ve a Claudia sólo como una niña.

Ambas películas también pueden ser observadas a la luz de los ejes míticos que propone Gubern:

o   El descanso eterno después de la muerte: el mito del vampiro se basa en que estos seres son muertos-vivos que no logran alcanzar el descanso que provee la verdadera muerte. En Nosferatu, se muestra que este vampiro puede morir si la luz del amanecer lo alcanza, evento que ocurre al final de la película, lo que le daría al vampiro la oportunidad de descansar de su terrorífica vida. Por otro lado, en Entrevista, se muestra que aunque los vampiros son inmortales y prácticamente no se les puede herir, hay formas de matarlos; Claudia muere junto a su nueva nodriza, quemadas por la luz del amanecer, lo que al parecer es la única forma efectiva, pues las otras maneras que se proponen en la película, como beber sangre de un muerto, desangrarse o quemarse (podría verse esto como un fuego purificador del alma), no sirvieron a la hora de intentar matar a Lestat. Louis y Lestat nunca alcanzaron el descanso eterno de la muerte después de la muerte.

o   La tiranía: en ambos filmes, los vampiros son representados como tiranos, en el sentido en que tanto el conde Orlok como Louis son terratenientes, aristócratas, muy adinerados y con un gran número de personas (campesinos o esclavos) a su servicio. En Nosferatu, el conde Orlok inspira mucho miedo en el campesinado, tanto por su apariencia monstruosa y misteriosa, como por su posición de dueño y señor de las tierras; no se observa una relación mínimamente cercana de estos con el conde. En Entrevista se muestra a un terrateniente (Louis) que, aunque esclavista, tenía relaciones con sus trabajadores un tanto más cercanas, incluso hasta llegar al afecto, pero desde que Louis conoce a Lestat y se convierte en vampiro, todo esto cambia y sus esclavos empiezan a temerle mucho a él y a su nuevo amigo. Pero este vampiro se reivindica otorgándoles la libertad a sus esclavos antes de intentar chuparles la sangre.

o   La pérdida de identidad: los dos largometrajes muestran la pérdida de identidad de sus protagonistas, pero en maneras muy distintas: en Nosferatu, el conde Orlok sufre la pérdida de su identidad y se convierte en un ser repulsivo, lo que quiere decir que se da una transformación del físico, aunque en la película no queda claro el motivo ni se muestra el momento de la transformación. Sin embargo, en Entrevista, se muestra este aspecto de manera más compleja: hay una transformación física menos evidente aunque esta vez sí es expuesta, pero se daría más el caso de la coexistencia de dos personalidades en un solo cuerpo, pues estos vampiros seguían haciendo parte de la clase alta, eran respetados y su vida social seguía siendo activa. Por otra parte, se muestra a un Louis preocupado por la deshumanización a la que ha sido sometido y se cuestiona su lugar en el mundo, pues nunca más verá a su familia ni será un humano, pero tampoco está de acuerdo totalmente con la forma de vida que Lestat le enseña, sangrienta y sin remordimientos. También esta búsqueda de identidad lleva a Louis a buscar las raíces de su nuevo yo en Europa.

o   La monstruosidad: como se mencionaba anteriormente, los vampiros de esta película son mostrados de maneras muy diferentes: en Entrevista vemos que los vampiros tienen más aspecto de humanos que de animales, exceptuando la piel supremamente blanca y los colmillos de murciélago, pero no son calificados como monstruos horripilantes (aunque sus actos si lo sean), no hay nadie persiguiéndolos para matarlos, no representan una amenaza visible para la sociedad porque su belleza no muestra signos de maldad. Es totalmente opuesto en Nosferatu, donde el conde Orlok sí es un monstruo, más parecido a un animal, al que hay que matar porque es horrendo y su fealdad es el mayor signo de su maldad.

En conclusión, ambas películas son hitos tanto en la historia del cine en general como en el cine de vampiros, pues ambas son una muestra de la cultura de su época combinada con el mito tradicional del vampiro y ambas logran ser escalofriantes a su manera particular. Ambas muestran características estilísticas y temáticas que las ubican entre las mejores películas de vampiros y también permiten ver cómo se presenta la evolución en el cine y en las corrientes culturales, sociales y epistemológicas a través del tiempo.


Anina y Gatuna I

Dos amigas, un alma


Es una tarde fría. No tan fría como suele ser en esta época del año, pero lo suficiente como para hacer que Gatuna no quiera levantarse del cómodo sofá en el que se encuentra. Este sofá es su lugar favorito, pues es el mejor sitio para estar de toda la casa. Aunque tiene muchos sitios cómodos para recostarse en su hogar, ninguno es tan agradable como éste, pues tiene unos cojines mullidos, grandes y cálidos, perfectos para días donde cualquier fuente de calor que se encuentre es bienvenida, igual que hoy. Además, la ubicación del sofá es estupenda, ya que queda cerca a la cocina y allí es donde está la comida de Gatuna, su agua y su leche y, por otro lado, también queda cerca al patio, donde está su cajita de arena y algunos juguetes que Anina, su amiga humana, le trae para que se divierta mientras ella no está. Tiene pelotas, cuerdas, ratoncitos de peluche y muchas cosas más.


Pero esto es lo de menos, si le preguntan a Gatuna. Si el sofá no quedara cerca del patio y la cocina, no importaría, siempre y cuando el sofá no se mueva de su punto. Esto es porque tiene un ventanal al frente del cual puede admirar un hermoso paisaje adornado con flores de mil colores, tres pequeños árboles frutales en los que casi todo el tiempo se posan dos pajaritos muy particulares, pequeños e inquietos y una fuente de piedra en la cual se bañan los pajaritos, juegan y sacian su sed. Al fondo, se encuentra una hermosa y majestuosa colección de montañas, unas más grandes, otras más verdes, algunas más redondas y así, pero hay unas que llaman más la atención: dos montañas idénticas entre sí, lo que explica que los lugareños las llamen las Montañas Gemelas. Se dice en el pueblo que éstas son montañas mágicas y que de allí brota un riachuelo, aquel de donde nace el amor eterno.


Gatuna ha escuchado a Anina hablar de ellas alguna vez, pero no es algo que le importe mucho. Piensa más en los pajaritos visitantes, sus amigos lejanos. Quisiera salir a jugar con ellos, corretearlos un poco tal vez, conversar con ellos (si es que es posible, no es algo que ella sepa aún). No es posible salir a jugar para Gatuna mientras Anina no está en casa. Cuando ella llega, abre el ventanal para que su amiga minina salga y sienta la hierba en sus patitas y el viento fresco en sus bigotes, pero a esa hora los pajaritos ya se han ido a otra parte, quizás a su casa a descansar de tanto jugueteo en el patio de Gatuna. Así es difícil que pueda saber si, en realidad, podría entablar una conversación con el par de criaturas y, quién sabe, tomarse un té o algo por el estilo.



Aunque Anina siempre la trata bien, la cuida y la protege, Gatuna siente que algo le falta. Tiene comida, sí. Tiene juguetes, muchos. Tiene un espacio en la casa para jugar, claro, incluso tiene un gimnasio para gatos y cualquier cosa que a su amiga se le ocurra comprarle, pues ella siempre está pendiente de qué cosa nueva puede llevarle a su gata para compensar el hecho de que la deja todo el día solita en su casa. Pero esto no es suficiente, Gatuna quiere salir, ser una gata, usar todas las facultades que la naturaleza le dio. Quiere aprender a cazar (no porque le guste la violencia, sino porque sabe que eso es parte de lo que ella es), quiere dejar de tener miedo, moverse a un lugar más lejano del patio, aprenderse las direcciones de su pueblo (le parece encantador cuando escucha a Anina hablando de cómo recorre el pueblo en su bicicleta y cómo es capaz de llegar a donde sea, con sólo unos numeritos y unas letritas). En fin, aunque Gatuna se siente feliz, se siente incompleta.


  • ¡Quisiera ser humana, poder abrir la puerta que quiera, salir a jugar cuando quiera y ser escuchada!


Sin embargo, Gatuna siempre tiene la mejor disposición, ama mucho a su amiga humana y sabe que ella se esfuerza mucho para que ambas vivan lo mejor que pueden. Por esto, nunca rompe cosas ni hace desorden, no lo necesita y sabe que sería un motivo más para que su amiga esté triste. Anina, aunque trata de ser positiva y ver las cosas buenas que la vida le ofrece, se siente incompleta, igual que su gata. A veces llora, a veces no quiere pararse de la cama. Es ahí cuando Gatuna saca sus mejores armas, hace piruetas para que Anina se ría, hace sus poses más tiernas para que Anina olvide su dolor o simplemente se acurruca junto a ella, para que Anina duerma tranquila.


No importa lo que les pueda pasar, ambas saben que se tienen la una a la otra y que así se acercan un poco más a la plenitud que tanto anhelan.

¿Estamos viviendo en una sociedad orwelliana?

26 de agosto de 2012


La guerra es la paz
La libertad es la esclavitud
La ignorancia es la fuerza
Nineteen Eighty Four

Nineteen Eighty Four, de George Orwell, es una obra de ciencia ficción que, a grandes rasgos, predice la forma en la que serán las dinámicas y la vida de la sociedad occidental en el año 1984. El mundo descrito allí es un mundo, por lo menos, gris, caótico, ilógico, represivo y asfixiante. La primera reacción de cualquier persona que lea el libro sería, probablemente, agradecer que esa historia esté contenida en un libro y no en los noticieros o en los periódicos, porque aquellos sujetos que están acostumbrados al “mundo libre” no quisieran vivir en un planeta que tuviera conformado un sistema político y social de tal magnitud.

Pero aquí cabe una serie de preguntas: ¿qué tan ficcional es esta historia?, ¿el autor del libro escribió un cuento de terror o hizo una predicción al mejor estilo de Julio Verne?, ¿acaso no estamos viviendo ya en una sociedad orwelliana[1]? El siguiente ensayo pretende hacer una comparación entre el mundo de Nineteen Eighty Four y el mundo en el que vivimos actualmente, analizando las prácticas y las dinámicas geopolíticas que se observan hoy en día.

La historia del libro gira alrededor de un miembro externo del Partido Ingsoc (English Socialism) llamado Winston Smith, quien trabaja en el Ministerio de la Verdad[2] reescribiendo errores detectados en cualquier tipo de documento o material que puedan poner en entredicho la imagen o el poder del Gran Hermano, quien es el miembro superior del Partido, su fundador y su dios irrefutable y al que nadie conoce personalmente pero cuyo rostro y su propaganda inunda las paredes de la ciudad de Londres y del estado en general, llamado Oceanía.

En este párrafo podemos ver varias similitudes sutiles con el mundo moderno. Ubicándolo en nuestro contexto, podríamos decir que Smith es un hombre de la clase trabajadora que trabaja en algún periódico o revista y su función es modificar o esconder la información de modo tal que el status quo prevalezca y a nadie se le pase por la cabeza dudar de él. Suena irrisorio pensar que en la sociedad moderna, hija de la Revolución Francesa y sus pregones libertarios, esto pudiese ocurrir, pero ocurre (y si me equivoco en esta afirmación, ¿por qué entonces Julian Assange, el fundador de Wikileaks, es considerado un terrorista por países como Gran Bretaña y Estados Unidos, los defensores de la libertad?).

Escobar (2007) plantea que los entes que detentan el orden manejan discursos que producen formas permisibles de ser y de pensar y descalifica e imposibilita otros al mismo tiempo. Estas prácticas han sido muy comunes en el mundo moderno y se han implementado en regímenes autoritarios como el Comunismo soviético, el Fascismo italiano y español y el Partido Nazi en Alemania.

Actualmente, es bien visto vivir sin protestar en un mundo neoliberal donde el sujeto vale por lo que devengue y gaste, pero en el momento en que ese sujeto se atreva a opinar, pensar o vivir diferente se le cataloga como guerrillero, terrorista, comunista o, simplemente, loco. Cuando el sujeto se atreve a luchar por sus derechos o hace parte de algún movimiento social, se convierte automáticamente en persona no grata, no solo por las fuerzas que detentan el poder, sino por cualquier otra persona, sea un vecino, amigo o familiar y estas personas pasan a juzgar este comportamiento “diferente” sin detenerse a analizarlo siquiera. En el libro, cualquier miembro del Partido, sea miembro interior o exterior, al notar una manera extraña o aunque sea un crimental[3], es denunciado a la Policía del Pensamiento[4] y conducido al Ministerio del Amor[5].

En nuestros tiempos, no existe una Policía del Pensamiento como tal, pero indudablemente, la policía que tenemos actúa de manera parecida. El movimiento estudiantil en Colombia es testigo de esto. Cuando miles de estudiantes salen a marchar reclamando lo que por derecho les pertenece, aparece el Escuadrón Anti Disturbios ESMAD lanzando gases lacrimógenos, agua, bombas aturdidoras y recalzadas[6]. Los infortunados que sean capturados son golpeados, amenazados y encarcelados en ocasiones y los que cumplen funciones de periodistas y obtienen materiales documentales como fotos o videos, también son agredidos y sus documentaciones destruidas.

En el mundo moderno, las comunicaciones, en especial los medios masivos, desempeñan un papel fundamental en la construcción de imaginarios colectivos, lo que estos muestren es fácilmente lo que la gran mayoría de ciudadanos opina y los mismos medios se encargan de que ninguno de los espectadores pueda cometer un crimental. La materia prima de estos mensajes informativos es el lenguaje, no hay duda de eso. En Oceanía, el Partido ha implementado una forma de lenguaje llamado Neolengua[7], este lenguaje ha logrado reducir considerablemente las palabras a utilizar, lo que resulta en limitaciones a la hora de pensar y el pueblo que no piensa, no se rebela. Al parecer,  las sociedades modernas adoptan también una neolengua, también basada en el inglés, llena de diminutivos, siglas y acrónimos pero enfocándose en el lenguaje de la tecnología. Esto hace que la gente cambie su cosmovisión humana a una más tecnológica, donde no se recuerda el nombre del vecino pero no se olvida el nombre del último dispositivo electrónico que esté en el mercado.

El discurso político ha sido clave en la configuración de la modernidad como la conocemos y su afán desarrollista. En Oceanía, existían una serie de telepantallas que diariamente, a todas horas, lanzaban pregones políticos mostrando sus victorias en la guerra y la maravilla que era seguir al Gran Hermano. Nuestra sociedad no cuenta con estas telepantallas obligatorias como las del libro, pero sí cuenta con millares de televisores, radios, computadores, vallas y muchos otros medios donde la propaganda política se inserta tanto explícitamente como implícitamente. No hay día en el que no se muestren noticias alabando a nuestro “maravilloso” sistema, no hay forma de escape a los repitentes discursos de las ventajas de la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, no hay lugar al que no llegue el odio infundado a países “en contra de la libertad” como Irán, Cuba, Venezuela, Siria y otros más.

Oceanía estaba en una lucha constante con los otros dos estados importantes del momento, Eurasia y Asia Central. Un día eran aliados del primero, al otro día eran aliados del segundo, tal como ocurre en nuestros días, las amistades diplomáticas duran menos que las amistades de los niños de primaria. Esta guerra infinita se daba por, básicamente, dos aspectos: el control de los territorios y el poder absoluto. Cada uno de estos superestados luchaba por mantener un acceso a los recursos naturales de los otros estados “pobres” para utilizarlos en la guerra, y solo en la guerra, porque los miembros del partido exterior del Ingsoc, que serían la clase trabajadora y la prole, o los pobres, no tenían acceso real a comida de calidad, recursos sanitarios en buen estado o viviendas dignas. Otra coincidencia más. Los gobiernos de los países desarrollados o en vías de desarrollo, como Colombia, invierten mucho más capital en la guerra que en el bienestar de sus habitantes. Y los recursos solo son vistos como objetos para la explotación de capital, como afirma Leff (2005), no como elementos para solucionar las grandes crisis que se ven globalmente.

El poder absoluto y la dominación también ha sido el centro de las guerras del mundo moderno y premoderno también. Los países con poder han intentado siempre aumentarlo y sobrepasar el poder del otro. Para esto, es fundamental tener el control (físico y mental) de los habitantes del mismo país, sea por medios populistas o fascistas. Generalmente, el discurso del progreso, del desarrollo, la seguridad y la libertad han dado buenos frutos para esto. Situémonos en la Europa y en Estados Unidos en la época de la Segunda Guerra Mundial, países con ideologías políticas diferentes (o iguales) pero prometiendo todos que llegaría el día en el que el sufrimiento acabaría y toda la población gozaría de prosperidad. Pues, los diferentes pueblos creyeron ciegamente en las promesas de los gobernantes en cuestión, pero no recibieron lo que les habían prometido, en cambio obtuvieron hambre, terror, destrucción y desolación. Pero no es necesario irse tan lejos en la historia, en nuestros días siguen prometiendo lo mismo y dando lo mismo.

Este discurso desarrollista no sólo ha afectado el ámbito político y económico, igualmente se ve reflejado en el ámbito social. Hay una tendencia de traer la esfera privada a lo público, la vigilancia aumenta exponencialmente (porque es necesario vigilarnos para cuidarnos), de la misma forma en la que el Gran Hermano del texto de Orwell vigila a su población. No tenemos telepantallas, pero tenemos infinidad de cámaras situadas en todas partes (visibles e invisibles), dispositivos y chips de control en la mayoría de documentos personales y, mejor aún, tenemos redes sociales. Es más fácil vigilar a la población cuando esta se convence de que es una buena idea prescindir de la privacidad. De una u otra forma, “el Gran Hermano te vigila”.

La población de Oceanía ya no recordaba cómo era la vida antes del Gran Hermano (ni tenía forma de intentarlo, todos los documentos históricos eran destruidos), pero vivían cómodamente en ese mundo de represión, tal como lo hace la gente moderna. No aspiraban a más. Aunque en nuestro mundo, nos contentan con juguetes y esperanzas de vida mejor, la forma de vida del hombre y la mujer modernos es una vida que se reduce a nacer, crecer, trabajar, gastar y morir. Nosotros tenemos la posibilidad, todavía, de remitirnos a libros de historia que nos cuenten cómo se vivía la vida anteriormente, pero no es necesario, la vida es y va ser buena mientras haya más cosas para comprar y menos gente haciendo fila para comprarlas.

Esta clase de vida, la de las masas vacías e impersonales que no tienen a qué asirse, como las que menciona Berman (1989), es la vida que la mayoría de personas está llevando desde que la modernidad se consolidó. El mundo ha cambiado, ha mutado, sus costumbres ya no son las mismas, la gente no es la misma, un ejemplo de esto es la sociedad cubana de los sesenta, en pleno cambio de modelo político, como se muestra en la película Memorias del Subdesarrollo (1968). Como dice la canción de Daniel Santos: “… ya no hay amor, no hay amistad… ya no hay padres para hijos, ya no hay hijos para padres, el hombre es un animal que no quiere a nadie…” Esto no está muy lejos de la sociedad en Oceanía, donde los mismos hijos denunciaban a sus padres de estar en contra del Partido, o de la Alemania Nazi, donde los vecinos denunciaban a sus otros vecinos judíos. Ya no hay humanos, hay objetos. Ya no hay recursos colectivos, hay bienes y servicios. Ya no hay democracia, hay tiranía disimulada. ¡Que bello es el desarrollo!

Para concluir, son interesantes y a la vez preocupantes estas similitudes en el libro de Orwell y la sociedad moderna, donde el colonialismo no sólo se ve en invasiones a países extranjeros sino que se coloniza el pensamiento de la población. Ciertamente, muchos dirán que es paranoia, que es imposible vivir así, que la libertad prima sobre todas las cosas, pero si le preguntamos a algún habitante de Afganistán, de China o de Palestina si se sienten libres y felices, seguramente responderán de manera negativa.

Así que, aunque este libro sea de ciencia ficción, puede tomarse como una advertencia de lo que puede pasar si el sujeto moderno no se despierta de su letargo y empieza a ver más allá y a leer entre líneas el discurso del desarrollo, el libre mercado, el neoliberalismo y las guerras sin fin y sin sentido. Solo queda esperar que no lleguemos al punto donde ni siquiera ensayos como este se puedan escribir sin que llegue la Policía del Pensamiento y lleve a sus autores a la Habitación 101[8].





REFERENCIAS:

Alea, T. (Director). (1968). Memorias del subdesarrollo. [Cinta cinematográfica]. Cuba: Instituto Cubano del Arte e Industrias Cinematográficos (ICAIC), Cuban State Film.
Berman, M. (1989). Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. (A. Morales, Trad.) Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Argentina Editores, S.A. (Trabajo original publicado en  1982)
Escobar, A. (2007). Prefacio, Capítulo I y II. En D. Reyes (Ed.), La invención del Tercer Mundo. Construcción y deconstrucción del desarrollo (pp. 11- 100). Caracas, Venezuela: Fundación Editorial el perro y la rana.
Leff, E. (2005, mayo – agosto). La geopolítica de la biodiversidad y el desarrollo sustentable. Economización del mundo, racionalidad ambiental y reapropiación social de la naturaleza. Debates, 7, pp. 263 – 273.  
Orwell, G. (2008). 1984. (R. Vásquez, Trad.) Barcelona, España: Ediciones Destino, S.A. (Trabajo original publicado en 1949)








[1] Término utilizado para describir sociedades con actitudes represoras y totalitarias como la descrita en el libro.
[2] MiniVer: este ministerio se dedica a hacer coincidir los documentos históricos con la versión oficial de la historia propuesta por el Partido a través de la manipulación o la destrucción.
[3] Crimen mental, cualquier pensamiento que pueda estar en contra de las políticas del Ingsoc.
[4] Es la fuerza policiva que se encarga de vigilar los pensamientos, actitudes y comportamientos de los habitantes.
[5] MiniMor: es el ministerio encargado de la reeducación de los miembros, los castigos y las torturas.
[6] Bombas aturdidoras reutilizadas que contienen elementos como clavos, tornillos, canicas, entre otros.
[7] Lengua oficial de Oceanía, basada en el inglés y creada para solucionar las necesidades ideológicas del Partido.
[8] Sala de tortura del Ministerio del Amor a donde eran llevados los criminales.