Empiezo con esta frase de Homero Simpson, porque
aunque suene algo graciosa, me parece que es la que más describe la actitud
casi generalizada en mis compañeros estudiantes frente a las problemáticas que
estamos viviendo actualmente con la Ley 30, con su reforma, con el déficit de
la universidad pública, con los ESMAD, y sigue así…
O en el momento que sea, en la universidad, siempre
estamos esperando a que el otro haga, a que el otro opine, a que el otro construya,
a que el otro trabaje, a que el otro cuente qué pasó en las asambleas, a que el
otro luche y pelee por la educación pública que es un derecho de todos (lo que
significa necesariamente que es un deber de todos defenderla).
Aún no sé si es pereza, simple apatía, el tan famoso
“importaculismo”, falta de conocimiento (la excusa más pendeja posible) o falta
de compromiso. Lo único que sé es que, sea lo que sea, está acabando con la
unidad y la movilización estudiantil, a lo cual le sigue el debilitamiento de
los ideales y termina con la guerra perdida y el honor y los ánimos por el
suelo.
Y esto no se limita a las coyunturas que se
relacionan con la universidad pública o la educación en general (cabe anotar
que las universidades, públicas o privadas, cumplen funciones de formación
ciudadana). En todos los aspectos de la vida en sociedad en Colombia, se nota
un desinterés por el cambio o mejoramiento de cualquier situación, nadie parece
querer formar parte de la solución, sea por pereza, sea por miedo o sea por
costumbre.
Pero si todos estamos esperando a que el otro haga, luche,
opine, gestione, le importe… ¿quién diablos va a hacerlo?, si no lo hago yo,
¿entonces quién lo hará? Aquí me atrevo a citar a Rimbaud: “Yo soy el otro”…
ese otro también soy yo.
Más que un juicio, más que una crítica, es una
invitación para todos, a que hagamos parte de un movimiento civil, a que todos
construyamos juntos y aprovechemos los espacios que se brindan en las
universidades y en otros lugares para debatir y para luchar por una vida digna,
por un desarrollo integral de Antioquia y de Colombia, por la soberanía y la
autonomía que tanto nos hace falta, en vez de quejarnos de lo que los “otros”
hacen o deciden o esperar a que los “otros” peleen nuestras batallas.