jueves, 24 de marzo de 2016

Anina y Gatuna IV

El primer plenilunio

Ya va siendo la hora de dormir en esta noche de luna llena, ambas amigas están cansadas y necesitan reponer energías para el día de mañana. Anina debe hacerlo porque mañana tendrá un día muy ajetreado en el café, tendrán un evento musical, con muchos invitados y con mucha decoración, por lo que sabe que mañana será un día largo y extenuante. Y Gatuna, pues, le encanta dormir, es una gata, así que cualquier excusa es buena para hacerlo, ¿no? Además, mirar por el patio también requiere energía. Ambas se preparan para irse a sus camas, Anina se da un baño y se pone su pijama, Gatuna se estira y toma un poco de leche para que le ayude a conciliar el sueño (en caso tal de que necesite ayuda).

Gatuna tiene su camita en la habitación de Anina, pero no duermen juntas, Anina es un poco alérgica a los pelos de gato y no le gusta dormir con animales. Mas ésta es una noche en la que, particularmente, las dos se sienten tristes. Gatuna sintiendo que su amiga estaba igual de taciturna que ella, se aventuró a subirse a su cama. Anina la recibió por instinto y la abrazó. En este instante, comienza a llorar en silencio, porque ni las palabras son capaces de encontrar la salida de su jaula. Lo único que puede hacer es llorar, llorar y pensar:

  • !Sólo quisiera que mi vida cambiara!

Gatuna no sabe qué es lo que pasa por la cabeza de su amiga, solamente intuye que está triste. No entiende bien el porqué, si Anina lo tiene todo, es joven, bonita, inteligente, tiene salud y una hermosa casa. Y tiene lo más importante, puede salir a jugar con los pajaritos sin necesitar a nadie para hacerlo (Gatuna piensa mucho en los pajaritos), o bueno, puede salir a hacer muchísimas cosas, puede leer, puede bailar, puede llegar adonde quiera con solo saber unos numeritos y unas letras. Así que Gatuna no comprende la tristeza de Anina, pero conoce bien la suya. Sin saberlo, se siente igual que ella y piensa…

  • !Sólo quisiera que mi vida cambiara!

Comúnmente se asocia el plenilunio con eventos sobrenaturales, y al parecer es cierto, porque esta noche ocurrió un acontecimiento sin precedentes, algo que para creerlo, definitivamente hay que verlo. Se nota que la luna tuvo algo que ver, pero algo más debió haber pasado en este momento, lo único que se podría decir es que fue algo muy “demente”.


Las dos amigas pensaron la misma frase, en el mismo momento. Sus almas, sus emociones, sus pensamientos entraron en un punto de sincronía tal que cambiaron de cuerpo. A partir de ese instante, el alma de Anina entró al cuerpo de Gatuna y lo mismo sucedió con ésta. Ninguna de las dos lo podía creer, esto debe ser un sueño. Pero no se asustaron, se sintieron cómodas de hecho y quisieron explorar un poco más aquello que les estaba ocurriendo.

Anina comenzó a caminar en sus nuevas cuatro patas, un poco torpe al principio pero rápidamente entendió cómo hacerlo. Miró a Gatuna y ésta le respondió la mirada con un ademán de aprobación, quería decirle que no había problema en que tomara su cuerpo prestado, pero aún no sabe convertir sus pensamientos en palabras. La chica siguió entendiendo este nuevo cuerpo, es extraño caminar en cuatro patas, pero es gracioso. Salió del cuarto y se dirigió al patio, pero prontamente se dio cuenta de que no podría abrir la puerta para salir de la casa. Vuelve a la habitación y mira de nuevo a Gatuna, quien sigue en la cama, porque no ha podido tomar el equilibrio necesario para pararse en dos patas. “Dos patas - pensaba -, ¿cómo lo hacen?”

Gatuna entendió que Anina quería salir, lo entendió muy bien pues es algo que ella siente todos los días. Hizo un esfuerzo por incorporarse y lo logra, camina dando tumbos hasta llegar a la puerta del patio y la abre. La alegría que invade a Gatuna sólo por el hecho de poder abrir una puerta es inmensa. Las cosas simples a menudo no son apreciadas, sólo logran serlo cuando alguien ajeno a ellas las conoce. Y así fue, Gatuna sintió una libertad que nunca había experimentado y se sintió muy bien.

Ambas salieron al patio, todavía sin poder creer del todo lo que estaba pasando, pero disfrutándolo como nada en la vida. Anina se trepó a los árboles, correteó, movió sus orejas, sintió el olor de la grama y dio vueltas en ella. Gatuna, por su parte, caminó, arrancó un fruto de uno de los árboles del patio, lo mordió y le gustó tanto que se lo comió todo. Las dos jugaron un buen rato sobre el césped y decidieron seguir con la exploración de sus nuevas formas.

Gatuna, adaptándose al cuerpo de Anina, optó por probar las habilidades que sólo los humanos poseen. Tomó un lápiz y un papel, dibujó círculos, luego dibujó cuadrados, estrellas… Lo hizo fácil y, sin querer, lanzó un grito de felicidad:

  • ¡Si! Puedo dibujar… ¡Y hablar!

Tomó luego un libro y leyó el título, decía Los 50 países más bellos del mundo y se apresuró a abrirlo. Observó las hermosas imágenes de ciudades como París, Venecia, Lima, Bangkok, Medellín y leyó la información. Estaba resuelta a aprender lo más que pudiera, quién sabe si tendría otra oportunidad como ésta en su vida. Anina se le acerca y le dice (bueno, trata de decirle) que va a salir a explorar la vida de una gata y sale corriendo y brincando como un resorte.

Anina sale del patio a la calle, no es difícil para ella porque ha vivido ahí toda la vida, claro que esta es una visión nueva de la vida, una perspectiva desconocida del mundo, la cual sólo provoca explorar hasta el final. Camina varias calles y seguidamente se aventura a treparse a los techos en el momento en el que se siente natural. Camina otro rato más, sintiéndose cercana al cielo, como si lo pudiera tocar con las manos (o patas), hasta que ve algo que la saca de su fascinación.

Llegó a una casa que nunca había notado antes, muy bonita, con paredes verdes y ventanas de madera pintadas de blanco. Era una casa hermosa, no sabe por qué nunca la había notado, pues no es muy lejos de su casa. Desde el techo bajó por una enredadera que llevaba a un balcón. Cayó de manera torpe, pero nada de qué preocuparse. Las puertas del balcón estaban abiertas, así que se quedó mirando hacia la habitación que había allí.

De manera sigilosa se acercó hasta que pudo ver algunos afiches de las bandas que más le gustaban, instrumentos musicales y una caja de pizza, su comida favorita, además de algunas cajas de cartón. No aguantó la curiosidad y se acercó un poco más, pues tenía que saber quién era el que habitaba ese cuarto. A lo mejor, es alguna persona interesante con la que puede hablar al menos de música, algo que no se consigue fácilmente en este pueblo.

Al acercarse más, alcanza a ver al dueño de los afiches, los instrumentos y la pizza. Nunca antes había visto un hombre así ni había sentido algo similar, se paralizó por un segundo y después la invadió una sensación de curiosidad,  quería  saber quién era ese chico tan peculiar y tan lindo al mismo tiempo. Se quedó mirándolo y se relajó tanto que acabó por quedarse dormida en el balcón de este vecino misterioso.

En la mañana, ambas despiertan en sus respectivas camas y con sus respectivos cuerpos. Anina apaga el despertador y se acerca a Gatuna, la acaricia, se ríe y le dice:

  • Gata, no sabes el sueño tan loco que tuve. Soñé con vos… Ni te cuento mejor, fue algo  muy alucinante.

Cuando Gatuna la escucha, recuerda que ella tuvo un sueño muy loco también, alucinante, pero no puede saber si es el mismo de su amiga. ¿Eso sí fue un sueño? ¿O pasó en realidad? No hay forma de saberlo, por el momento. Le hubiera gustado que Anina compartiera su sueño, pero decide no preocuparse por si esto fue real o no, prefiere tratar de recordar los hermosos paisajes que conoció en el libro y lo bien que se sentía tener un lápiz en la mano y dibujar circulitos.

Esto no puede ser real, piensan, pero ¿qué carajos fue eso?

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